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Tomé el bus ruta N°28, de placa VG-1718, desde el cruce de Sucre con la Av. Bolívar a eso de las 9:50, como se ha hecho habitual estas últimas noches, debido a que mi novia vive muy cerca a ese paradero. Fue un día ameno, nunca en mi vida había visto 3 películas en un mismo día y además participé en su recuperación de un fuerte dolor (lo cual me hizo y hace sentir ligeramente útil).

Continuando, iba en el bus, lleno de gente que ni me permitía avanzar de la puerta, cuando recordé que llevaba tiempo sin escribir y me entraron ganas de escribir un relato. Se iba a titular «Necrofilia» e iba más o menos así:

Contemplé la debilidad de su mano soltar la copa, con mi mejor champagne en su interior, mientras su cuerpo caía como un costal hacia el suelo. Me cercioré de que su organismo había asimilado el veneno y sentí que el día estaba por empezar.

Pero mientras iba en eso, noté que era estúpido y me sentí totalmente frustrado al ver que no iba a poder idear algo mejor. Miraba por la ventana mientras recordaba el post de un amigo cercano a mi, sintiendo algo de envidia de su joven talento y de lo desgastado del mío (nótese: detectado mal uso de gerundios), cuando de repente recordé que en las épocas de cole me jactaba de ser buen escritor, lo suficiente como para crear un blog reconocido en todo el país, que ganara premios y el cual la gente revisara periódicamente. Lo inscribí, incluso, en un concurso, en el cual obtuve 13 jugosos votos, siendo así el penúltimo puesto. Nada mal, aunque me ganaban un montón de blogs amixers. Me reí un poco y me dije a mi mismo «wow, siempre he querido llegar lejos». Creo que en parte es mentira, tal vez solo soy de esas personas que buscan atención desesperadamente; nunca reconocí mi talento como escritor, pero admito que me gustaba que me dijeran, de vez en cuando, que lo tengo, que lo tuve.

Más gente abordaba el bus y yo había logrado hacerme camino al medio del mismo, veía como otros se sentaban, como bajaban 2 personas y al instante subían 3 o 4. El sitio se hizo un infierno y me apunté la placa del auto en mi celular, por si me moría asfixiado y alguien deseaba saber quién había sido el maldito que había lanzado mi cuerpo inerte en plena avenida Universitaria. Estoy exagerando, pero me parece cómico que una self-joke me la tomara tan «a pecho». Frente a mí estaban dos personas, una mujer gorda de unos cuarenta y pico años y un joven de veintitantos que usaba una camisa negra con un bordado de «Lumix» y «Saga Falabella», lo cual me hizo deducir que trabajaba en Ripley (bromeo de nuevo)(no puedo creer que aclaré eso)(no, no creo que seas[sean] idiota[idiotas]). Este segundo, el joven de Ripley con peinado de tiburón, me hizo recordar lo mucho que deseaba un trabajo hace unos 3 o 4 años, para comprarme todas las cosas que deseaba y de como cambió totalmente mi percepción luego (es decir, ahora) que quiero un trabajo para ayudar a mis padres a pagar mi caro mantenimiento.

Al pasar unos minutos, el joven Lumix se levanta para bajar y, automáticamente, una mujer gorda que acababa de subir me intenta arrebatar el asiento por el que tanto había esperado. Creo que la mujer que estaba a su lado notó el susodicho acto de injusticia y por ello realizó un movimiento que tuvo doble acción: facilitar mi entrada y dificultar la de Moby-Dick humana. Para colmo de alegrías, la mujer pronunció la oración más bonita que un desconocido me había dicho en un bus, «joven, pase». Mis ojos se iluminaron y mis pies dieron dos tirones de alegría hasta poder ocupar el asiento, mientras me deleitaba viendo el sudoroso rostro de Doña Tremebunda, quien bajó aproximadamente 10 minutos después.

Gracias a mi nueva posición, pude apreciar mejor mi vista desde la ventana indiscreta (cito nuevamente el post de mi amigo [nunca te lo he dicho porque soy celoso, pero sí creo que escribes mejor que yo y creo que tu blog está subestimado]) y noté con más precisión la oscuridad del cielo. Por alguna razón que desconozco, mis ojos recrearon la escena en la cual me encontraba recostado en el suelo mirando el cielo por la gran ventana de mi cuarto. Eso fue el 7 de octubre del 2010, aproximadamente a las 19:20, cuando lloraba la pérdida de mi amadísima mascota felina, cuyos ojos aún me vigilan en las noches y cuya presencia espiritual me es imposible ignorar. Regresé del recuerdo para notar que Kiry ya nunca volvería y que ahora debía concentrarme en Maki, mi nuevo acompañante felino, cuya salud depende de mi preocupación y a quien no puedo defraudar en memoria de quien defraude esa helada noche llena de momentos emotivos. La presencia de Maki es, para mi pensamiento infantil, una oportunidad de pedir perdón por no luchar más por la salud de Kiry, a quien estoy seguro nunca podré dejar de extrañar ni pedir perdón. Ella es dueña de muchas de mis lágrimas nocturnas y recuerdos gratos.

Alcé mi mirada y leí el cartel luminoso del bus, decía «S.M.P. – Barranco». Cada vez que pienso en Barranco, recuerdo lo mucho que le debo a Víctor por enseñarme tan precioso lugar y por los graciosos recuerdos, además de la buena música que presencié en vivo, de grupos que desconocía y que se hicieron rápidamente queridos por mí.

No obstante, yo era el único detenido en el tiempo, pues el bus seguía su camino y, tras recuperarme de mi trance psicológico, noté lo mucho que había avanzado. Pasamos al costado de un pequeño bar cuando recordé la noche de mi último día de colegio, donde un número reducido de mis compañeros me invitaron a «La Calera», un bar clasemediero frente a MegaPlaza a pasar el rato juntos. Accedí porque era un solterón aburrido y porque sentía la necesidad de acompañarlos y estar acompañado. Pasaron pocos minutos hasta que todos nos reunimos y pude notar lo mucho que se emborrachaban, recuerdo que me insistieron tanto por que tome un vaso de cerveza que me vi obligado a acceder. Felizmente solo fue uno, me disgusta ese sabor, pero debo admitir que el rato fue en extremo agradable. Gracioso más que nada, nunca había estado con un grupo de gente borracha.

Las noches en La Calera se repitieron un par de veces más hasta que el grupo se dispersó, por motivos de universidad o simplemente de descuido, la verdad no lo sé, pero hace poco me invitaron a una parrillada (para el 5 de febrero) y estoy considerándolo. El camino siguió y mis ojos estaban plantados en la carretera, en búsqueda de más recuerdos excitantes. Sin embargo, llegamos al cruce de Alfredo Mendiola con la Universitara y mi ambiente entretenido se tornó tétrico. Saqué el celular de mi bolsillo y lo coloqué en mi morral, pues recordé que fue ahí donde me robaron el aparato sin que lo notara siquiera. Aquel dispositivo no valía absolutamente nada en el mercado actual, pero tenía todos mis mensajes de texto desde que empecé a cortejar a mi actual novia y de un poco antes de ello incluso, incluyendo un bonito adorno que ella me regaló. La cólera fue inmediata, pues algo que probablemente fue vendido en 50 soles valía millones para mí. Por si fuera poco, ese era el sitio donde me bajaba para dirigirme a la casa de mi ex novia, por lo cual también me gané el pase de los recuerdos de todo el daño mutuo que nos hicimos (aunque, gracias a ella, aprendí de mis errores a ser mejor persona… o eso espero ser).

Poco más adelante, pasamos por Plaza Vea, paradero en el cual me bajaba para ir al colegio. Con mi horrible casaca de promoción, que parecía ser de un chef negro y que ahora no me parece tan horrible, hasta podría decir que me guste y que, probablemente, ya no me entra como antes. Tuve un recuerdo rápido del último día de clases, en el cual, imitando a las barras bravas, nos dirigimos todos los integrantes de la promoción haciendo bulla a las puertas del colegio, donde los más avezados empezaron a reventar los estrictamente prohibidos cohetones de año nuevo, lo cual casi nos gana un problema para ingresar, problema que se mantuvo incluso poco tiempo después de acabadas las clases.

El tráfico prolongó un poco mi llegada a la municipalidad de Los Olivos, pero, una vez ahí, recordé algo que admito extrañar de corazón; es bien sabido que tengo talento nulo para todo instrumento musical que poseo en las manos y que mis habilidades musicales son tan escasas como mi musculatura, mas, a pesar de estos defectos, un amigo mío llamado Julio me invitó unas cuantas veces a acompañarlo a un estudio, dos de las últimas veces fueron con el autor del anteriormente mencionado blog, Gonzalo. Ambos tenían marcados talentos musicales para la poca experiencia que poseían (Julio en la guitarra y Gonzalo en la batería), mientras yo era un enclenque sosteniendo un bajo, el cual muchas veces me avergonzaba hacer sonar. Sin embargo, a pesar de mi pésima tocada, el grupo seguía disfrutando del momento y yo amaba eso. Amaba saber que incluso donde no encajo podía encajar por el simple hecho de estar rodeado de mis amigos, supongo que eso es de lo que se trata, de todas maneras.

Me sonreía mientras el bus seguía su camino por una pista ya totalmente despejada, permitiéndose alcanzar altas velocidades. Las caricias del viento y las «ricas salsas» de la radio del conductor (las cuales nunca había apreciado hasta hoy) me arrullaron y desperté un par de paraderos más al fondo de lo debido y mientras caminaba de regreso tuve el último flashback de la noche, cuando recordé que alguna vez hubo vegetación en ese gran espacio lleno de tierra y orina, siempre me pregunté qué había pasado con todas las plantas del sitio, le daban un ambiente campirano a la carretera, lo cual me agradaba.

Regresé cansado a casa sin hacer ruido, todos estaban ocupados, así que no notaron mi entrada. Pero, al entrar a mi cuarto, encontré a mi hermana dormida junto a Maki, a pesar de que ella me dijo una vez que odiaba a los gatos y que mantuviera a Kiry lejos de ella. La partida de mi pequeña nos movió a todos, sé que la extraño más que cualquiera en esta casa porque nuestra relación era casi de padre-hija, pero el hecho de que la casa no es lo mismo sin ella es irrefutable y ahí estaba mi hermana, acompañando a mi gatito, extrañando a nuestra anterior mascota a quien ella creía no querer, pero en el fondo sabía que era parte de todos y que se fue muy pronto. Mucho más pronto de lo que todos esperábamos.

Se despertó y sin decir mucho partió. Sentí la obligación de escribir todos los recuerdos de hoy, pues he notado que mi vida ha sufrido un gran «F5», que todo ha vuelto a empezar y a pesar de que hay muchas cosas que ya no volveran, hay otras que están empezando de nuevo. Mi novia, mi Maki, mis amigos, todos aquellos involucrados en mi vida son mi nueva preocupación, mi nueva vida y les debo dedicar todo de mí, pues sé que dependemos los unos de los otros y que gracias a ellos soy lo que soy. Un escritor que escribe sin habilidades, un padre sin hijo humano, un adicto sin drogas y un aburrido que entretiene.

Quien lo diría, hay muchas almas en mi vida.

Acerca de Le'Bleu

El estridente sonido que causan los que callan es asesino.
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3 respuestas a Click next to continue

  1. El Gonza dijo:

    Estaba pensando en un comentario inteligente y filosófico como antes, pero luego pensé que todo lo que tengo que decir es que me encantó tu post. Es personal, es sincero, y sobre todo, es muy bueno, aunque tú digas que escribes mal yo siempre te he dicho y te vuelvo a decir que sí lo haces muy bien. Me halagas con tus referencias, sigo pensando que soy un asco en la batería, pero me has motivado a escribir algo, siempre es bueno saber que hay al menos dos personas que te leen. Aun así, no pienso que escribo mejor que tú, eso es subjetivo, cuestión de gustos y colores como tú dices, a mí me gusta como escribes y estoy seguro que a varias personas también. Bueno, para terminar, suerte en tu nuevo punto de partida, sé que le cambia el color a las cosas [:D]. Espero que nos veamos el 5, o tal vez antes.

  2. mechupoeldedosindarmecuenta dijo:

    Escribes bonito

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